jueves, 10 de marzo de 2011

Kurt

Suena David Ghetta otra vez. “Puto David BraGhetta”, piensa mientras sujeta el cubata con la mano helada. No quiere que se le caiga y montar el pollo como siempre. “Debí pedir calimocho. ¿Venderán calimocho aquí? No creo. Demasiado poco cool”. Los chicos se apoyan en la barra mientras las chicas se mueven en la pista de baile con esa forma hipnótica de bailar, sin levantar los pies y rozando el bullate contra las cebolletas de los que se atreven a pulular entre ellas. Se aparta el pelo de la cara y vuelve a mirar a sus amigos, babeantes ante las chonis tostadas.

Se seca el sudor de la frente, la temperatura parece que está subiendo un poco. De hecho algo raro está ocurriendo en el club. Sus amigos se dan codazos y señalan al centro del local. Las canis están emitiendo unos ruidos guturales raros y su piel parece que se está agrietando, derritiendo. ¿Habéis visto lo que le pasa al jefe Nazi al final de la primera Indiana Jones? Pues así. Eso es justo antes de que comience el temblor. No sabe por qué, pero ni se inmuta, sólo pega otro sorbo a su bebida y espera en su taburete con una extraña sensación placentera. Entonces el suelo explota. Literalmente. De él surge una figura familiar. Camisa de cuadros, vaqueros agujereados y pelo rubio mal peinado al estilo “parece que me acabo de levantar pero mentira cochina que llevo dos horas en el espejo peinándome”. Es Kurt.

No hace aspavientos ni dice nada, simplemente le mira fijamente. El resto de personas tosen, se tiran al suelo y se llevan las manos a la cabeza. Gritan, pero no emiten ningún sonido. David Guetta parece haberse ralentizado, suena a 33 rpm, más grave, casi parece Morrissey. Paul, el director de cine, no. El otro. Steven Patrick Morrissey. Kurt se acerca despacio, imperturbable. Pone una mano en su hombro y cierra los ojos. La tranquilidad y el sosiego le invaden. Acerca la cara la suya, puede sentir el calor de su resuello. Lentamente, como escurriéndosele de entre los labios, una palabra sale de su boca. Ahora ya sabe lo que debe hacer. En ese momento, esta vez sí, siente una sacudida.

“Hey tío, vamos a la pista a bailar con esas zorrillas, a ver si pillamos algo, ¿vienes?”. Su amigo le está gritando y escupiendo a la vez. Niega con la cabeza mientras da otro trago. “Me voy a ir enseguida”.



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